Película inclasificable, basada en la novela del premio Nóbel alemán Günter Grass, muy innovadora para la época de su estreno, donde causó mucho revuelo como polémica por sus escenas eróticas, desnudos y sexo explícito, con una perfecta dirección y cuya sola música (Maurice Jarre) transporta al espectador por una fábula de absurdos, amor compartido y desafortunado, esperanzas y mala suerte congénita, todo en medio de la segunda guerra mundial.Una noche de lluvia inacabable fue el momento en que a Oskar (David Bennent) el liliputiense se le ocurre nacer. Una trinidad lo trajo a este mundo, no la divina por cierto sino el trío conformado por su madre y otros 2 señores que la pretendían. Así, la voz de Oskar, hablando en tercera persona y en off, vaticina astrológicamente su suerte: “El sol estaba bajo el signo de Virgo. Neptuno entraba en la décima mansión celeste y Oskar nació marcado por el portento y el engaño”. Una vez parido, habla en primera persona: “Yo vi la luz de este mundo en forma de una bombilla de 60 vatios”. Luego de esto, su madre promete regalarle un tambor de hojalata cumplidos que sean los tres años; así, el pequeño obtiene consuelo: “Solo la promesa del tambor de hojalata me impidió expresar con mas fuerza el deseo de volver nuevamente a mi posición cefálica embrionaria. Por otra parte, la comadrona me había cortado el cordón umbilical, así que ya no había nada que hacer”.
Previamente, se trató el nacimiento como la primera experiencia angustiosa del ser humano, situación que explica objetivamente este deseo primario del protagonista. Sin duda, la escena en que se muestra a Oskar dentro del claustro uterino (primera en su tipo), concreta visualmente esa sensación de protección ya comentada, donde Oskar aparece guarecido en una verdadera caverna con estalactitas y estalagmitas, todas de tejido orgánico. Freud, en su libro “Interpretación de los Sueños” postula que el útero posee múltiples símbolos, además de la caverna: armarios, estufas, recipientes, habitaciones, etc. También hablamos, al tratar el drama kurtiano, del narcisismo fetal y como el nuevo ser no tiene conciencia que su entorno viviente esta constituido por un “supra-ser”, respecto del que desconoce su existencia.
Esta película ronda el afán humano de la imperecedera búsqueda de un elixir de la eterna juventud, caricaturizado ya en la cinta de Zemeckis “La muerte le sienta bien”. El nombre tiene origen culinario y se le da a los pedazos de masa que pueden hacerse fritos, al horno o al vapor, y rellenarse como dicte la imaginación, incluidos fetos humanos, como en la aludida. Ella -Qing Li- es una ex actriz de carrera frustrada por el matrimonio con un millonario infiel, y que comparte con su mujer la misma obsesión, pero distinto menú (fetos de ave cocidos en su mismo huevo). Su chef –Mei-, una anciana encerrada en una juvenil caparazón (muestra viviente de la efectividad de la “dieta”), y el restaurante, un cuchitril suburbano, guarida de la joven y desaliñada cocinera, cuyo ingrediente principal consigue ilegalmente, gracias a un contacto en un hospital (quizá el mismo donde trabajó cuando era ginecóloga) que tendría acceso a estos “desechos biológicos”. Mientras más desarrollados son los fetos, más poderes rejuvenecedores tienen, idea que Mei transplanta en la mente de Qing, y que trasunta en el desenlace.
Aquí, el refrán “el fin justifica los medios” pudiera haber sido perfectamente el titulo alternativo para Latinoamérica, que gravitante cruza una cinta con personajes sin moral, hijos y reflejo del seudo mundo moderno.
En China, quizá los fetos pueden ser alegóricos de una sociedad adicta a los tabúes y acostumbrada a la represión; y en el resto del mundo, de una verdad y realidad que nadie quiere ver.
Trainspotting / Danny Boyle / 1996
Para el final, lo mejor. La genialidad del escritor escocés Irvine Welsh nos sumerge en la descarnada realidad, en la miseria humana, hasta lo más profundo a que puede llegarse. Ello sumado a una dirección de lujo, con una propuesta visual radical, como la del inglés Danny Boyle (el mismo de Slumdog Millionaire, 28 días después, La playa) da como resultado un fantástico y hermoso engendro, cuyos extensos tentáculos remecieron la época sumergida entonces en una atmósfera displicente.
Sin continuar desviándome del tema principal que nos atañe, citare episodios mentales del protagonista llamado Mark Renton que mientras está recluido en su pieza y en plena desintoxicación, alucina con un bebé muerto (Dawn) que lo visita, gateando por el techo, quien tuerce su cabecita al mas puro estilo The Exorcist:
“Hay algo aquí conmigo en esta habitación está saliendo del jodido techo encima de la cama. Es un bebé. La pequeña Dawn, gateando por el techo. Llorando. Pero ahora me mira desde arriba. «Me dejaron moriiiiiir», dice. No es Dawn. No es la cría. Nah, quiero decir, esto es de puta locura. El bebé tiene afilados dientes de vampiro de los que gotea sangre. Está cubierto de una viscosidad amarillo-verdosa. Sus ojos son los ojos de todos los psicópatas con los que me he topado”.
“Salta desde el techo sobre mí. Mis dedos desgarran y rasgan la blanda carne de plastilina y la guarrada babosa pero la fea voz de pito sigue chillando y burlándose y yo me estremezco y me sacudo y me siento como si la cama se hubiese puesto de golpe en vertical y me estoy cayendo a través del puto suelo... Será esto sueño (…). Después estoy otra vez en la cama, aún sujetando al bebé, achuchándolo suavemente. La pequeña Dawn. Una puta lástima. Sólo es mi almohada. Hay sangre sobre la almohada. Quizá proceda de mi lengua; quizá la pequeña Dawn haya estado aquí. En la vida tiene que haber algo menos que esto. Más dolor, y después más sueño/dolor”.
Para los que no vieron la película o no la recuerden bien, el bebé referido por Renton es una criatura que murió de muerte súbita, hija de un par de heroinómanos “amigos”, Lesley y Sick Boy, en plena orgía alucinatoria, muerte que pasó desapercibida durante horas mientras se drogaban (aunque antes de leer el libro, la película deja en el ambiente la idea que el bebé murió de inanición u otra causa agraviada por la culpa y despreocupación de Les).
Sin duda, desvariar con un muerto nos advierte del problema psíquico atravesado por Renton. La literatura onírica lo atribuye al término de un ciclo e insatisfacción por el estado actual de las cosas, hipótesis aplicable a su estado y, en general, a la filosofía juvenil que hasta ese momento él profesaba, esto, es, sin aspiraciones en la vida y sólo “ver pasar los trenes” (trainspotting). Dicha alegoría la vemos cuando el grupo se reunía en torno a la línea del tren para beber alcohol, en la pieza de Renton donde el papel mural tiene dibujos de trenes por doquier, etc.
El solución al problema del estancamiento, búsqueda de origen inconciente en Renton, estaba en una experiencia límite, una de las cuales esta marcada por la muerte de la pequeña.
Algo debe morir para que otra nazca, ya literal o figuradamente.