viernes, 1 de mayo de 2009

De la Joya de Medina, el Armagedon y otras anécdotas

Esta vez deseo referirme a un libro que sin leerlo aun, me mata la curiosidad, dada la polémica suscitada en torno al tema de que trata precisamente. Se llama “La Joya de Medina”, escrito por Sherry Jones, una estadounidense quien se interesó en el Islam, como ella misma confesó, después del atentado a las torres gemelas (11-S). El texto habla respecto de la vida de la tercera cónyuge del profeta Mahoma, Aisha (“la predilecta”), menor que él varias décadas (6-52, aproximadamente), oriunda de la localidad de Medina, hasta donde viajó el profeta junto con la incipiente comunidad musulmana de la época desde La Meca, debido a las persecuciones y amenazas de atentado contra su vida. Hija de un mercader amigo de Mahoma (Abu Bakr), esta niña-mujer habría influido sustancialmente en la vida, obra y filosofía musulmana, siendo su labor fundamental el prolongar en tradición oral el dogma islámico.
Basada en hechos históricos, se trata de historia novelada que plasma la interpretación que la escritora da respecto a como sus vidas se unieron, interrelacionaron, como se amaron y de que manera Aisha influyó en el profeta, todo en el plano ficticio (ello porque no existe tradición escrita fidedigna al respecto). Sin duda, la polémica se acrecienta y hiere susceptibilidades al momento en que la imaginación de Jones refleja de que manera ese amor se consumó (lo que me recuerda inevitablemente el affaire entre Inés de Suárez y Pedro de Valdivia plasmado en el libro de Isabel Allende “Inés del Alma Mía”)… entonces, surge la controversia. Como occidentales, podríamos afirmar que una obra de esa índole permite positivamente acercar el conocimiento del Islam a nosotros, los ignorantes e infieles (la misma Jones se autodenomina como “una constructora de puentes entre culturas); que es una manera de humanizar al Profeta, mediante una doble perspectiva, como hombre y amante; o bien, que es manifestación de la libertad de expresión.
Sin embargo, todos estos fundamentos rebasan un límite crucial del plano axiológico: la libertad y respeto a todo credo religioso. Nuestra Constitución consagra en el art. 19 Nº 4 “El respeto y protección a la vida privada y pública y a la honra de la persona y su familia”; su Nº 6, en tanto, postula “La libertad de conciencia, la manifestación de todas las creencias y el ejercicio libre de todos los cultos (…)”; para mas adelante, en el Nº 12, referirse a la Libertad de Expresión.
Por tanto, en una escala valórica, ya nuestras normas como el mismo sentido común nos advierten de la preponderancia del respeto religioso por sobre la libertad de opinión. En el caso particular del Islam, aunque no nos parezca, es obligación nuestra respetar las creencias del mundo musulmán, el que dentro de sus dogmas prescritos por su tradición, prohíbe toda representación artística del Profeta (aniconismo);ello a pesar que ni El Coran ni la Sunna –palabras atribuidas al Profeta- son rotundos y claros en ese sentido. El Coran no posee ilustración alguna, pero sí una rica caligrafía y arabescos (figuras abstractas). Por ello que en el medioevo, como una manera de no infringir la norma, se le representaba con el rostro tapado, o bien sin detallar rasgos, o se dejaba el espacio correspondiente a la cara en blanco o con una llama como aureola. Sin embargo, la prohibición referida se extiende a los seres animados en general, ello porque según la tradición, el día del juicio los seres representados reclamaran sus almas al artista, quien, viéndose imposibilitado de hacerlo, sufrirá eternamente en el infierno. Aun cuando, en un tiempo, se representó al profeta sin censura, habiendo sobrevivido hasta ahora solo unas pocas ilustraciones.
Algunos quizás pensaran que esta opinión huele a apoyo irrestricto al islamismo y que resulta del todo exagerado. No obstante, no debemos olvidar la censura que la Iglesia Católica hace de todos aquellos textos que, según sus máximas autoridades, pugnan con sus principios, instituciones fundamentales y su tradición (aquello en que siempre han creído quienes han dirigido dicha institución), como aquellos en los que se afirma que existió una relación mas que cercana entre Jesús y Maria Magdalena (Evangelio de Felipe: “Habían tres marías que caminaban continuamente con el amo: la madre de él, la hermana de él, y la magdalena -ella quien se llama su pareja. Pues maría es su hermana y su madre y su pareja”, “Y la pareja del cristo es maría magdalena. El amo amaba a maría más que a todos los demás discípulos, y la besaba a menudo en la boca”), de la que incluso hubo descendencia. Y no faltan los sectarios católicos que los califican como “textos diabólicos”, prohibiéndose su lectura a los miembros de su sequito, so pretexto de contaminar las mentes. Por ende, los occidentales no podemos dar cátedra de libertad de expresión atendida la censura medieval a que nos tiene acostumbrada Roma y sus sectarios oligárquico-fundamentalistas. Además, no podemos atacar una creencia, menos si no la conocemos y si tenemos tejado de vidrio. Menos podemos hablar de mojigatería radical, ni de censura por miedo, o de intolerancia religioso fundamentalista, o de atentado al pensamiento, todas ellas ideas que confunden y tergiversan un problema que se resume netamente a un conflicto valórico, como se dijo.
Así, la libertad de expresión no es un concepto extremista. La libertad, como todo principio y derecho, tiene un limite… termina donde empieza la del resto.
Tampoco debemos olvidar otros eventos en que se ha invadido la religiosidad musulmana, como las caricaturas de Mahoma (Kurt Westergaard) que se hicieron en el periódico danés Jyllands-Posten el 30/09/2.005 (publicadas posteriormente en Noruega, Francia y Alemania), en una de las cuales se le grafica con un turbante-bomba, lo que desembocó en un cuasi conflicto internacional de graves proporciones, que se tradujo en varios muertos y embajadas europeas incendiadas (sufriendo daños colaterales la chilena ubicada en Damasco); el libro del británico de origen indio, Salman Rushdie “Los Versos Satánicos”, texto de realismo mágico que trata en uno de sus capítulos sobre el origen del Islam, lo que le significo en 1.989 la pena capital, por el pecado de apostasía (abandono de la fe islámica), mediante fatwa (sentencia emanada de un mufti o erudito en la sharia o ley islámica) pronunciada por el Ayatolláh e Imán chiíta Jomeini, a la sazón, líder político-espiritual iraní, quien mas tarde le pondría precio a su cabeza (3 millones de dólares americanos, suma que luego se dobló), desencadenándose posteriormente una ola masivas protestas, censura del libro en los países islámicos, muertes de personas ligadas de una u otra manera al libro, la quema del libro de Rushdie frente embajadas británicas de medio oriente, etc.
Como también hay casos diametralmente opuestos, en que se aborda el origen histórico de la religión de manera respetuosa, cuidando la forma, el contenido y consultando a eruditos islámicos sobre posibles atentados a la susceptibilidad musulmana, como el caso de la película “El Mensaje”, (con Anthony Quinn en el papel del tío de Mahoma, Hamza Ibn 'Abd al-Muttalib) en que Mahoma no es representado de ningún modo, ni siquiera su voz. Por ende, sus palabras son repetidas por otros personajes de la historia y su presencia reemplazada por música, artilugios que recuerdan a los utilizados por los artistas medievales, principalmente iraníes, para representar al Profeta. Sin embargo, la grabación tuvo problemas desde sus inicios, ya que Hollywood (principalmente semita todavía) se opuso a financiar una película de esta naturaleza, por lo que su director musulmán, Moustapha Akkad, debió acudir al presidente de Libia, Muammar al-Gaddafi, para recaudar los fondos necesarios para dicho propósito, proyecto que vio la luz en 1.977.
A pesar de todo lo dicho, no puedo sino al menos criticar la forma en un reducido grupo musulmán manifiesta su rabia. La agresión física, las amenazas y toda forma de terrorismo importan atentado a un derecho natural básico del ser humano, su vida. Por tanto, la agresión artística que sufre el Islam de parte de occidente no puede responderse con violencia radical materializada. Tampoco creo en la Ley del Talión. El descontento tiene múltiples maneras de manifestación, más inteligentes y efectivas que la fuerza.
De ahí que son repudiables acciones como el ataque a las torres gemelas; el asesinato del cineasta holandés Theo Van Gogh (biznieto del hermano del famoso pintor autodesorejado), quien fue baleado, apuñalado y degollado por un islámico radical de la misma nacionalidad, tras la difusión en televisión del cortometraje “Sumisión”, que retrata la violencia contra las mujeres, donde aparecen golpeadas y su cuerpo caligrafiado con textos denigrantes del Coran; las fatwas contra Salman Rushdie (quien 10 años después de la publicación de su libro fingió abrazar el Islam para morigerar el odio hacia su persona) y Magdi Cristiano Allam, periodista árabe del Corriere Della Sera, converso al catolicismo; la idea de la OCI (organización de países islámicos) de crear una alianza militar para responder agresiones contra el Islam; el ataque incendiario que sufrió en Londres la casa del dueño de la editorial “Random House Mondadori”, que previamente se había desistido de publicar el libro de Jones (lo mismo que la editorial Servia “Beobooks”; a diferencia de otras que si se atrevieron, como Gibson Square (Gran Bretaña), Ediciones B (España), Pendo (Alemania), Beaufort (EEUU), entre otras).
Pero tampoco son responsables los ataques gratuitos al Islam, como las declaraciones del mismo Magdi donde afirma que “la raíz del mal está inscrita en un Islam que es fisiológicamente violento e históricamente conflictivo”; otras donde se califica a Mahoma de “pedófilo poseído por el demonio” (Jerry Vines, religioso bautista estadounidense); las expresiones empleadas por la escritora italiana Oriana Fallaci en su libro “La rabia y el orgullo”, donde tilda a los musulmanes como “jodidos hijos de Alá”.
Algunos llaman o explican estos conflictos mediante la “teoría del choque de civilizaciones” (elaborada por Samuel Huntington en el pasquín americano Foreing Affairs), conforme la cual, los grandes hitos mundiales, en todo ámbito, son fruto del “encuentro” (leve o profundo, positivo o negativo) entre oriente y occidente. Empero, las odiosidades radicalizadas mencionadas no son unidireccionales, ni su germen masivo sino focalizado, pero que se extiende como la mala hierba, reforzando el inconciente colectivo occidental de un oriente terrorista jihadizado, destructivo e intolerante que predica con el miedo, como también el inconciente colectivo oriental de un occidente corrupto, inmoral e imperializado por el «Gran Satán», promotor y participe en conflictos bélicos solo cuando sus intereses económicos son o pueden verse perjudicados. Así como los gobiernos de occidente respaldan a EEUU (como no recordar la patética retractación de nuestro flamante ex presidente Ricardo Lagos frente a la invasión gringa a Irak) en sus cruzadas bélicas de raigambre económico, de la misma manera las masas y gobiernos musulmanes apoyan a sus líderes agitadores locales, de intereses egoístas y mezquinos.
En conclusión, hay lobos con piel de oveja y viceversa, que en rivalidad eterna arrastran al resto en su vorágine de impredictibles consecuencias. Para algunos el Apocalipsis esta a la vuelta de la esquina… para otros, exageración y naturales consecuencias de la referida teoría. En tanto, mi pensamiento está porque esto remezca de una vez por todas el letargo del resto espectador, que es un problema que fácilmente puede escaparse de control, la solución esta en nuestras manos, en la voluntad, el dialogo y la tolerancia “mutua”, en entender que las ideologías deben ser interrelacionales, supeditadas al ser humano y no al revés, para servir al bien común, y no (como las monarquías) para servirse del resto.
Y agárrense del asiento, porque la Jones tiene preparada la secuela…

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