martes, 4 de noviembre de 2008

La Leyenda del Perro Buceador

H.A.J.S.

En tiempos indeterminados se contaba la historia de un perro, líder de una gran jauría que dominaba los pielagos de todo el litoral, las hondonadas abundantes de alimento y las cavernas de la baja montaña, de donde acostumbraba observar durante el crepúsculo, sentado sobre la gran roca, toda la extensión de sus dominios, flanqueado en la base del peñasco por un grupo incalculable de canes, que seguían su voluntad sin cuestionamiento alguno, fieles e incondicionales hasta la muerte.
Cuenta la leyenda que el gran territorio del perro líder fue azotado por una cruenta hambruna que extermino a los pocos enemigos que el gran líder tenia y que habitaban los suburbios de su reino. Así fueron cayendo, uno a uno… el zorro, el puma y el cóndor. Finalmente, las garras de la muerte comenzaron a arañar los cuerpos famélicos del grupo canino, que hasta los alacranes y la escasa vegetación tuvieron que convertirse en su menú de emergencia.
Una tarde en que el hambre obnubilaba el sentido común y los espejismos se formaban hasta sobre la superficie del mar, el líder y su manada encontrábanse apostados en la rivera, entregados a la suerte y friéndose lentamente al sol.
La desesperación de un momento a otro empezó a cundir en el grupo. De pronto, uno de los perros soldado se arrojo de improviso al mar. A nado, surco rápidamente la primera parte de la costa. Su destino: el pelicano, que acostumbraba sentarse a la orilla de la regordeta boya granate. En aceleración constante, el can se impulso dando un pequeño salto en coordinación perfecta con sus fauces abiertas en dirección al cuello emplumado. Pero en reacción rápida como la del destello, el pelicano levanto vuelo sobre sí, un par de metros. Habiendo pasado el peligro, se posó en el mismo lugar, casi impertérrito y en actitud desafiante. La afrenta no paso desapercibida, y otro fue en busca de la esquiva presa, a fin de recuperar la honra mancillada. Pero este ni siquiera logro llegar al ave, devolviéndose casi medio muerto por el esfuerzo, debiendo ser rescatado. El frío empezó a curtir los rostros moribundos, mojados y enjutos de la manada, cuya moral desparecía junto con el sol, que a mitad del océano hallábase.
De pronto, desde lo alto de la gran roca, el perro líder lanzo un gran aullido que retumbo en la hondonada, creando un gran eco en las profundas cavernas hogar de la manada, y que recorrió todo el piélago, inundando de desconcierto y luego de esperanza y orgullo al resto de los de su raza. De un gran salto avanzó hasta la parte mas septentrional de la rivera, muy lejana al lugar donde estaban sus hermanos, invisible a los ojos del pelicano, cuya visión era entorpecida por grandes peñascos volcánicos. Así, el líder avanzo como un rayo sobre el ya ennegrecido mar, y antes de quedar a la vista de la escurridiza ave, se sumergió, perdiéndose en lo absoluto. El tiempo transcurría, el sol ya se hundía en el horizonte, y el líder no aparecía por ningún lado. Asustados, el resto comenzó una búsqueda intensa por la costa, sin resultados… cuando de pronto, el ruido de una gran ave se escucho a lo lejos, acallada inmediatamente, como si de pronto sin razón aparente, hubiese enmudecido. La consternación cundió en el grupo, más si el sol habíase ido a dormir y una brisa infernal arreciaba sin piedad en la incipiente noche. Una gran pena reinaba en los corazones de la manada, que ya sus pasos dirigía devuelta a la gran caverna y al trono vacío, cuando de súbito volvieron sus ojos al mar estrellado, que una gran erupción había lanzado al cielo… el gran líder había retornado, con su piel azabache brillante bajo la luz lunar, junto a la presa, cuyo cuello inerte bamboleaba golpeando el pecho orgulloso del can, quien lanzó el cuerpo del plumífero, en medio de la jauría reunida en circulo, adorando al ídolo viviente, convirtiéndose en la gran cena, que hasta hoy se recuerda, hecha en honor de la gran hazaña del perro buceador.

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